Debates básicos sobre pobreza
Los resultados de la Encuesta Casen (2003) dieron cuenta de una disminución en los indicadores de pobreza (a 18.8%) e indigencia (a 4.7%) a nivel nacional. Para el debate, es preciso señalar en primer lugar que el método de cuantificación utilizado por MIDEPLAN en la Casen, dice relación con el establecimiento de líneas de pobreza e indigencia, la primera da cuenta de un valor que permitiría a una persona alimentarse y satisfacer sus necesidades más básicas, si su ingreso es superior a este (en el ámbito urbano el valor de la canasta por persona mensual es cercano a los $44.000). La línea de indigencia corresponde a la mitad de la línea de pobreza (siempre en el sector urbano) y aquellos que con sus ingresos se encuentren sobre los $22.000 y bajo los $44.000 son considerados “pobres no indigentes”. Los valores para el sector rural son menores que en el sector urbano, bajo la premisa de que en este se consumen productos de menor valor y que la estructura alimenticia y de servicios es distinta.
En 1990, la pobreza, bajo este mismo método y por lo tanto comparable entre sí, alcanzaba un 38.6%, es decir, 4 de cada 10 personas era pobre. Hoy, sólo 2 de cada 10 chilenas/chilenos está bajo la línea de pobreza.
Ante esta situación, cabe destacar un par de cosas:
Las políticas sociales implementadas a partir de 1990 han permitido reducir drásticamente la pobreza “de la Casen”, disminuyendo en más de un 50% los afectados. Lo importante es no caer en el juego de ser “autocomplaciente” o “autoflagelante”. En verdad, no estamos tan bien como quisiéramos, pero a su vez, estamos en mucho mejor pie que cuando dejó el poder el dictador Pinochet.
La pobreza es relativa (como concepto) y multidimensional, por lo tanto es de difícil cuantificación y abrazar una sola teoría sería a lo menos, síntoma de ceguera intelectual, pues, con el correr del tiempo se han presentado nuevas apreciaciones y métodos para cualificar la pobreza (el Índice de Calidad de Vida, por ejemplo), de modo que hay que reconocer que el formato utilizado en la Casen no es el mejor, pero dado que es el instrumento más confiable que tenemos, al menos nos sirve para saber si avanzamos o no.
El que cerca de 3 millones de chilenos y chilenas aún vivan en pobreza es algo que tiene que preocuparnos a todos, pero especialmente a aquellos que tienen la posibilidad de remediarlo, y no me refiero solo al gobierno, que con visión de Estado debe y tiene que generar políticas redistributivas; sino también a los empresarios, a que apliquen y se comprometan con la responsabilidad social que tienen; a las municipalidades como encauzadoras de servicios y beneficios; también a la iglesia, esa iglesia que “vive en el pobre”, y que hoy por hoy está lejos de serlo; a las instituciones de voluntariado y sin fines de lucro; a las asociaciones ciudadanas y sociales, y también a los que están en esa situación, ya que el formar organizaciones y asociarse les puede permitir mejorar la calidad de vida que tienen. Por ahí dicen que organizarse es poder.
La pobreza afecta mas allá de lo que creemos, y Chile sigue siendo un país elitista y clasista, lleno de castas. Debiera ser la meritocracia la que se imponga, ya que busca que destaquen los méritos de las personas, sin importar su condición social, lograr que haya movilidad en la estructura social, y que esto ocurra por el sacrificio y la capacidad, y no por el apellido, el colegio o el dinero.
En 1990, la pobreza, bajo este mismo método y por lo tanto comparable entre sí, alcanzaba un 38.6%, es decir, 4 de cada 10 personas era pobre. Hoy, sólo 2 de cada 10 chilenas/chilenos está bajo la línea de pobreza.
Ante esta situación, cabe destacar un par de cosas:
Las políticas sociales implementadas a partir de 1990 han permitido reducir drásticamente la pobreza “de la Casen”, disminuyendo en más de un 50% los afectados. Lo importante es no caer en el juego de ser “autocomplaciente” o “autoflagelante”. En verdad, no estamos tan bien como quisiéramos, pero a su vez, estamos en mucho mejor pie que cuando dejó el poder el dictador Pinochet.
La pobreza es relativa (como concepto) y multidimensional, por lo tanto es de difícil cuantificación y abrazar una sola teoría sería a lo menos, síntoma de ceguera intelectual, pues, con el correr del tiempo se han presentado nuevas apreciaciones y métodos para cualificar la pobreza (el Índice de Calidad de Vida, por ejemplo), de modo que hay que reconocer que el formato utilizado en la Casen no es el mejor, pero dado que es el instrumento más confiable que tenemos, al menos nos sirve para saber si avanzamos o no.
El que cerca de 3 millones de chilenos y chilenas aún vivan en pobreza es algo que tiene que preocuparnos a todos, pero especialmente a aquellos que tienen la posibilidad de remediarlo, y no me refiero solo al gobierno, que con visión de Estado debe y tiene que generar políticas redistributivas; sino también a los empresarios, a que apliquen y se comprometan con la responsabilidad social que tienen; a las municipalidades como encauzadoras de servicios y beneficios; también a la iglesia, esa iglesia que “vive en el pobre”, y que hoy por hoy está lejos de serlo; a las instituciones de voluntariado y sin fines de lucro; a las asociaciones ciudadanas y sociales, y también a los que están en esa situación, ya que el formar organizaciones y asociarse les puede permitir mejorar la calidad de vida que tienen. Por ahí dicen que organizarse es poder.
La pobreza afecta mas allá de lo que creemos, y Chile sigue siendo un país elitista y clasista, lleno de castas. Debiera ser la meritocracia la que se imponga, ya que busca que destaquen los méritos de las personas, sin importar su condición social, lograr que haya movilidad en la estructura social, y que esto ocurra por el sacrificio y la capacidad, y no por el apellido, el colegio o el dinero.
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