sábado, enero 20, 2007

Mea Culpa



Antes se decía “trabaja como chino”, pero la sociedad moderna ha acuñado un nuevo término: trabajólico. Sin importar cómo se diga, lo cierto es que hay personas que hacen del trabajo su vida. Y peor aun si esa persona es nuestra pareja. Nuestra casa se transforma en una segunda oficina, como si el tiempo pasado en el trabajo no fuera nunca suficiente.
A olvidarse de las cenas románticas en la noche o los paseos en pareja los fines de semana; no, cuando se está con un trabajólico, lo más probable es que pasemos a segundo plano. La relación se complica y puede que todo termine en un quiebre, pues las personas pierden espacios propios de la pareja y, por ende, la intimidad, la confianza, la sexualidad y la sensación de compromiso. El distanciamiento daña el vínculo y lo hace más frágil frente a crisis y problemas de la pareja.

¿Cómo identificarlos?
Hay algunas personas que trabajan de manera excesiva por periodos determinados, como por ejemplo, cuando el compañero de labores se ha ido de vacaciones. Pero eso es transitorio hasta que vuelve su colega, sin embargo, hay quienes todo el tiempo cargan sobre sus espaldas un trabajo extra. A estos últimos hay ciertas formas de reconocerlos:
§ No les importa sacrificar el sueño por estar trabajando.
§ El éxito y realización de su vida está valorado a través del trabajo y no de otras cosas en la vida como la familia.
§ Los amigos, las actividades recreativas y la familia, pasan a un segundo plano y no le encuentran ningún sentido.
§ Todas las actividades que se encuentran fuera del trabajo las consideran una pérdida de tiempo.
§ Llegan al trabajo muy temprano y se marchan muy tarde, son los últimos en irse de la oficina.
§ Si están de vacaciones se enferman y los días libres tienen contacto con el trabajo.

¿Por qué son trabajólicos?
Hay distintos factores de riesgo que pueden derivar en esta conducta obsesiva por el trabajo que ocasiona problemas personales, familiares, sociales y hasta laborales serios.
Las presiones económicas familiares y el temor a perder el trabajo.
La enorme competitividad que existe en el mercado laboral, en donde es más valorado el que lo deja todo por el trabajo, que el que cumple con su horario establecido y ya.
La fuerte necesidad de conseguir el éxito y el puesto deseado.
La incapacidad para negarse ante un jefe sobre peticiones que pueden bien posponerse para el día siguiente.
El temor a los jefes, cuando estos son prepotentes, exageradamente exigentes y amenazan constantemente a la persona con perder su empleo.
La falta o mala organización, que permite la acumulación y sobresaturación del trabajo.
El ambiente familiar que se enfoca más a la desintegración y a los problemas familiares que “obligan” a muchas personas a no querer llegar a su casa.
La ambición excesiva por el poder, el prestigio o las posesiones.
La incapacidad para establecer prioridades.
La falta de afectos personales que se suplen con el trabajo.
Buscan un reconocimiento social y autoafirmarse con su trabajo, necesitan sentir que tienen el control.
Son perfeccionistas y con la autoestima más bien baja. No les gusta trabajar en equipo, prefieren trabajar solos.
Son ambiciosos y narcisistas. Se deshumanizan cuando alcanzan puestos con poder, no tienen en cuenta los sentimientos de los demás o el compañerismo a la hora de trabajar y esperan que sus subordinados cumplan un horario laboral similar al de ellos. Son muy exigentes con ellos mismos y con los demás.

Marlies Huenchuñir. Copyrights Terra Networks S.A

Lamentablemente... soy un trabajólico (al parecer...). Lo malo lo tengo claro, lo bueno también... ahora hay que "ponerse a trabajar" en buscar el sano equilibrio... quiero tener vida y quiero tener a mis amigos/as cerca. Trataré que este año algunas cosas cambien.

El mundo global, instantáneo no nos permite ser felices con los detalles... es importante que redescubramos aquello, por eso que este posteo busca ser una oportunidad más que una queja.